7 mar 2014

Los Hermanos que Dividieron el Cielo

Nacimos como hermanos. Crecimos como enemigos.
Han pasado tantas temporadas dentro del horno que lo hemos olvidado todo. Todo menos el vicioso apetito sanguinario que aleja nuestros corazones y acerca nuestras balas mensajeras.

No entendemos cuando comenzó toda esta insensatez. Solo entendemos el temor que causan las colisiones. El falso respeto cobardemente engendrado por el incestuoso y tiránico sadomasoquismo tan irreconciliable con el que blasfemamos la bandera que nos abriga a todos bajo este cielo blanco.

¡Cielo Blanco! ¡Cielo Blanco! A ti rogamos que caigas sobre nosotros.

¡Cielo Blanco! Te rogamos quites de nuestras manos esa herramienta que reune a los enemigos. Esa herramienta que aniquila el amor. Cielo blanco, ten piedad de nuestros hermanos y nuestras almas atormentadas.

¡Cielo blanco! No nos hagas esperar. No permitas que nos acostumbremos al grito recíproco de la batalla.

Hierro comiendo carne. Carne comiendo hierro. Hierro que se embriaga con sangre. Sangre que se embriaga con carne de hombres.

La locura se retiró avergonzada, mientras la bandera se enorgullece de la locura de estos dos hermanos que juegan a ser enemigos. Que juegan a ser reyes olvidando que nacieron gemelos.

Cielo blanco, escucha nuestra suplica. Cielo blanco, te rogamos que el viento susurre en nuestros oídos las viejas historias de los días felices que en nuestra feroz resaca hemos olvidado.

¡Cielo Blanco! ¡Cielo Blanco! Desciende sobre nosotros y eclipsa nuestra locura.