5 feb 2014

¿Alguna vez has ensordecido por el silencio? ¿Alguna vez? Por el bien de la fantasía que defiendo en nombre tuyo, espero que así sea.
Hasta hace poco era otro estúpido idealista que creía en finales felices. Aunque sigo siendo el mismo, algo en mí ha cambiado. Un poco. No sé qué será. No logro sentir la diferencia. Tengo miedo. Enciende la luz. Ahuyenta mis pesadillas. Quiero que acaben... antes de comenzar. Como todo lo que tenga que ver con el montaje de nuestra imágen. Tarde o temprano todo tiene que llegar a su fin. Es natural. Así funciona el mundo y así es también como se sostiene el balance universal, dentro y fuera de este plano de existencia. Para que algo empiece otra cosa tiene que haber terminado antes... de otro modo es imposible que el mundo avance. Que la vida siga su curso. Por esa razón preferí acabar contigo desde el comienzo. Sin importar en cuál de tus formas te manifiestes siempre sabré que eres tú... Lo hago por tu bien. Por nosotros. Es mejor detenerse mientras aún no haya nada que perder... Algún día me lo agradecerás.
Nadie sabe qué pasó ayer. Nadie sabe qué pasará mañana. Nadie sabe qué está pasando ahora. Ni siquiera yo, o mejor dicho: todos lo saben menos yo. Tanto tiempo viajando me ha distraído. Me he vuelto ingenuo y poco confiable. Incluso he olvidado el idioma de tus ojos, la firma de tu voz. El significado de tus gestos se desvanece como el destello de una candela que está pronta a extinguirse. Posiblemente ya estoy en esa edad en la que abundan las preocupaciones rebobinadas. El doctor me dijo que es natural pero me rehúso a creerle. Si hubiera un tratamiento para revertir esta silenciosa metástasis, no lo aceptaría. La única terapia que necesito está descontinuada.
¿Qué historias puede contar la sinceridad? ¿Qué logros tiene la modestia? ¿Puede acaso amar la inocencia?... Basta de preguntas. Dile al verdugo que quiero ser libre. Lo demás no importa.