23 may 2014

Posición Fetal

Esa postura sagrada e imperturbable en la que pasamos el comienzo de nuestras vidas con nuestro cuerpo recogido en sí mismo flotando apaciblemente y a salvo de cualquier peligro, esperanza o preocupación en el interior del vientre de esa persona que eventualmente llamaríamos "madre", en ese pequeño pero temporalmente acogedor espacio donde nuestra existencia permanecía en construcción y nuestro destino aguardaba pacientemente el momento de nuestra aparición. Una vez afuera del cálido y abstracto refugio que alguna vez nos protegió de la realidad exterior, es nuestro deber aprender a sobrevivir por nuestra propia cuenta, sin importar cuán absurdas o atroces sean las cargas que la vida coloca sobre nuestros hombros somos esclavos de la perseverancia, necesitando sobreponernos a los caprichos del traicionero y mañoso destino, no importa qué tan fuertes o frágiles seamos el destino siempre encontrará la manera de doblegarnos y arrinconarnos dentro de nuestros propios límites, como si fueramos simples factores dentro de algún experimento mórbido y de mal gusto diseñado para entretener a algún pseudo-científico desquiciado cuyo único placer es investigar las ramificaciones del fastidio. Es en esos momentos de extrema y superlativa frustración, cuando agotamos todas las oportunidades que teníamos y cuando la impotencia es lo único seguro de qué aferrarse, despierta en nuestro interior un instinto que nos hace volver a ese momento inmemorable y difuso cuando todo estaba en absoluta paz y flotabamos en medio de la nada, sin estar vivos y sin estar totalmente muertos. Esa gloriosa y apacible neutralidad que tan desesperadamente buscamos cuando estamos vivos, pero que desgraciadamente nunca podremos obtener, a menos claro que volvamos a la inexistencia... Con la espalda encorvada y las piernas flexionadas protegiendo nuestros órganos más vitales, extendemos tímidamente los brazos, hacia delante de nuestro campo visual... como si intentaramos alcanzar lo que nunca tuvimos... es en ese momento cuando por un momento la vida y la muerte se vuelven triviales, aunque sabemos que seguimos aquí no importa, porque mientras estemos acurrucados en nosotros mismos lo único que importa es saber que existimos, independientemente de si dicha existencia tiene o no propósito, nos consolamos con la efímeramente persuasiva y falaz noción de que nos tenemos a nosotros mismos.