Hace mil noches hablé con la luna.
Le compuse una serenata que jamás me atreví a entonar.
Y por ello me arrepentiré durante el resto de mis vidas.
Me hubiera gustado verte una última vez, blanca y espléndida.
Desnuda y sin decorar. Sin poesías flojas. Sin maquillaje. Sin nubes.
Verte como eres en realidad.
Ahora es demasiado tarde, pues el eclipse me acaba de arrebatar a mi divina confidente.