19 ene 2016

Una vez más el autobús me abrió sus puertas y esperó.
Invitación.
Coincidencia.

Eso no es importante ahora mismo.

En otra ocasión fue un taxi, pero impaciente se fue al ver mi equipaje.
No debí ser tan descortés.

Suelo olvidar que las valijas no pueden viajar. No saben cómo.

Por las noches oigo el lamento de los trenes que vienen y van sin mí. Ese triste sonido que no me deja dormir ni soñar.

Una vez más olvidé que el equipaje estorba y que los aviones vacíos no pueden volar.

Olvidé lo fácil que es empacar excusas.