15 sept 2014

La última carta.

Mi querido inmortal:

Han sido cientos de lunas desde la última vez que mis pensamientos surcaron su recuerdo. Han sido millares de papeles sueltos que desesperados han sido llevados hasta el fuego, quemando sentimientos que atormentados por el tiempo se aferran a un rostro envuelto en las tinieblas del desasosiego.

¿Sabe? La última noche las velas se han consumado mientras le escribía por enésima vez a lo que asumo era su nombre disfrazado de poesía burda y cínica. Entonces caí dormida y en mis manos se derramó la tinta que su alma contenía; desperté aterrada con los dedos encharcados en la oscuridad de su presencia ¡Desperté más enamorada que nunca y asqueada de ver sólo su nombre en mis letras!

Quizá por eso le escribo dulce inmortal, porque su presencia inunda mi cordura y mantiene viva mi esperanza, porque esa esperanza mata como una daga que punzante atraviesa el alma del suicida y porque ese suicidio no tiene sentido al saber que sólo quiero verlo a usted como mi único asesino. 

Por favor no espere más mis cartas ¡He quemado todo vestigio de belleza en nombre suyo! He quemado su esencia en mi alma y ahora en soledad me despido para aclararle que después de usted la vida será una eterna promesa a la noche y su luna fugitiva, a la magia y su blanca pureza. 

Me despido pactando una eternidad de silencio a lo que considero el sentimiento más bello en su nombre caballero mío.


Suya eternamente; 
Selene.