Mientras los cangrejos se refugian en el cráter que dejan nuestros pies en la arena el mar nos escolta con su frío y salado beso hacia el olvido.
El amanecer borra nuestros sueños.
Los recuerdos son suplantados por los espejismos de días mejores.
Y las palabras se tornan burdos rayones en las paredes de esta obscena ciudad.