5 feb 2014

Nadie sabe qué pasó ayer. Nadie sabe qué pasará mañana. Nadie sabe qué está pasando ahora. Ni siquiera yo, o mejor dicho: todos lo saben menos yo. Tanto tiempo viajando me ha distraído. Me he vuelto ingenuo y poco confiable. Incluso he olvidado el idioma de tus ojos, la firma de tu voz. El significado de tus gestos se desvanece como el destello de una candela que está pronta a extinguirse. Posiblemente ya estoy en esa edad en la que abundan las preocupaciones rebobinadas. El doctor me dijo que es natural pero me rehúso a creerle. Si hubiera un tratamiento para revertir esta silenciosa metástasis, no lo aceptaría. La única terapia que necesito está descontinuada.

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