29 ene 2014

Luego de una larga e insípida temporada de estéril correspondencia es hora de una reunión. No quise llevar inventario de cuantos calendarios habremos perdido mientras cumplíamos nuestra distante condena. Cada segundo que pasara sin poder renovar la imágen que se guardó en mi mente, cada instante que su voz no resonara en mis oídos alimentaba un desgarrador silencio que pensé jamás acabaría... Dicen que estas cosas toman tiempo. En efecto, necesité mil relojes y una tonelada de calendarios. No dejaría que nuestro esfuerzo se desperdeciara con tanta facilidad. Estoy fervientemente convencido que donde sea que esté, cada paso descuenta la distancia que nos obliga a encontrarnos antes de que los brazos del reloj se queden entumecidos para siempre...

No hay comentarios:

Publicar un comentario