1 feb 2014

Por las noches desciendo a ese lugar, lejano e insalubre como ves, pero francamente, prefiero la paz antes que una salud impecable. De todos modos nos vamos a morir. Lo que me atrae de ese lugar es su reclusión virginal, nadie lo ha reclamado antes de que yo lo descubriera. Eso me encanta, ¿sabes?, todos necesitamos un lugar al que podamos escapar, un lugar que podamos reclamar como propio cuando lo hemos perdido todo, por eso vengo aquí. El calor de la ciudad muerto, barato y vacío no me abriga, me ofende. No es natural. Por eso salgo de la cómoda prisión urbana y me dirijo a mi lúgubre y nauseabundo escondite para buscar la compañía de la noche y sentir calor vedadero en el frío mientras dejo que la caricia de la brisa crepuscular voltee mi piel hacia fuera como quien voltea una camisa para quitársela... Con alma desnuda y manos perversas dejo mi rastro sobre estas paredes inocentes a manera de advertencia para cualquier audaz forastero que pretenda invadir mi refugio.

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